miércoles, 15 de septiembre de 2010

La flauta mágica (I)

texto e ilustraciones, Georgina García-Mauriño
a partir de la ópera de W. A. Mozart


Canción de Papageno




En el bosque oscuro y frío
vivía el buen Papageno
que con plumas iba vestido
pues era el real pajarero


sábado, 31 de julio de 2010

La casa de Halvar

adaptación de un cuento popular sueco

   En las altas colinas de Suecia existe una gran casa vacía, construida con piedras de muy extrañas formas. La gente del vecindario la llama " la casa de juego de los niños", porque ha sido el lugar de juego favorito de los niños durante muchos años, más de los que puede recordar ninguna persona viviente. ¿Cómo llegó allí la casa?
   Unos dicen que, hace muchos años, perteneció a un gigante llamado Halvar, un gigante muy poco corriente: el único gigante pobre que ha existido. Halvar era pobre porque siempre estaba regalando cosas. Esto le hacía feliz, y todos aquellos que le conocían, le apreciaban.
   En los días de sol, Halvar se sentaba sobre una enorme roca a la puerta de su casa y hablaba con la gente que pasaba por delante, camino de la ciudad que había en el valle.
   Cierto día, Halvar vio que un desconocido se acercaba llevando consigo una vaca. ¡Qué vaca! La pobre sólo era piel  y huesos, y su propietario no parecía estar mucho mejor. Halvar no recordaba haber visto una pareja de peor aspecto.

   

viernes, 23 de julio de 2010

La vaca estudiosa

por María Elena Walsh

Había una vez una vaca
en la Quebrada de Humahuaca.

Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.

Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.

Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.

La vio la maestra asustada
y dijo: -Estás equivocada.

Y la vaca le respondió:
-¿Por qué no puedo estudiar yo?

La vaca, vestida de blanco,
se acomodó en el primer banco.

Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.

La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.

La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y en aviones.

Y como el bochinche aumentaba
en la escuela nadie estudiaba.

La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.

Un día toditos los chicos
se convirtieron en borricos.

Y en ese lugar de Humahuaca
la única sabia fue la vaca.

miércoles, 21 de julio de 2010

El pequeño conejo blanco

Para Miguel y Diego
Y el Kaisser.

por Xosé Ballesteros
Ilustraciones, Óscar Villán

   Érase una vez un pequeño conejo blanco.
   Un día fue a buscar coles a la huerta para hacer un caldo. Cuando el pequeño conejo volvió a su casa, se encontró con la puerta cerrada y llamó.
   -¿Quién es? -preguntó un vozarrón desde dentro.
   -Soy yo, el conejito blanco, que vengo de buscar coles y voy a hacer un caldo.
   -Pues yo soy la cabra cabresa y, si no te vas, saltaré encima de tu cabeza.
   El pequeño conejo blanco escapó de allí, corriendo muy deprisa.


   Andando andando, el pequeño conejo blanco se encontró con un buey y le pidió ayuda.
   -Yo soy el conejito blanco y fui a buscar coles a la huerta. Volví a mi casa para hacer un caldo, pero en ella está la cabra cabruna y, si me salta encima, me despanzurra. ¿Quieres venir conmigo?
   - Yo no, yo no voy porque tengo miedo -dijo el buey mientras se iba.

lunes, 19 de julio de 2010

Cómo obtuvo el camello su joroba

por Rudyard Kipling

    En el principio de los tiempos, cuando el mundo todo era nuevo y los animales empezaban a trabajar para el hombre, había un camello que vivía en mitad de un desierto porque no quería molestarse en hacer nada: comía briznas de hierba, espinos, tamariscos y abrojos, y cuando alguien le dirigía la palabra contestaba: "¡Joroba!"

    En la mañana de un lunes se presentó un caballo, con la silla y el bocado puestos, y le dijo:
    -¡Camello, camello! Sal del desierto y ven a trotar con nosotros.
    -¡Joroba! -contestó el camello.
    El caballo se fue y se lo dijo a su amo.
    Poco después se presentó ante el camello el perro con un palo en la boca y dijo:
    -¡Camello, camello! ¡Ven, corre, busca, sirve al hombre como nosotros!
    -¡Joroba! -repuso el camello.
    Y el perro se lo fue a contar al hombre, su amo.
    Al cabo de un rato, fue en su busca el buey, con el yugo sobre la cerviz, y le dijo:
    -¡Camello, camello! Ven a arar con nosotros.
    -¡Joroba! -dijo secamente el camello.
    El buey se alejó. Más tarde encontró al hombre y se lo contó.
    En la tarde de aquel mismo día, el hombre llamó al perro, al caballo y al buey y les dijo:
    -Mis queridos amigos, los siento por vosotros, pero el mundo es muy nuevo, hay que hacer muchas cosas en él y ese animal que habita en el desierto no quiere trabajar, pues si quisiera ya estaría aquí. De manera que le dejaré en paz y vosotros trabajaréis el doble.
    Esta decisión los enfureció (¡era todavía tan nuevo el mundo!) y celebraron conciliábulo en el límite del desierto. Llegó el camello rumiando hierba y se rió de ellos. Después de reírse, exclamó: "¡Joroba!", y se fue por donde había venido.