lunes, 19 de julio de 2010

Cómo obtuvo el camello su joroba

por Rudyard Kipling

    En el principio de los tiempos, cuando el mundo todo era nuevo y los animales empezaban a trabajar para el hombre, había un camello que vivía en mitad de un desierto porque no quería molestarse en hacer nada: comía briznas de hierba, espinos, tamariscos y abrojos, y cuando alguien le dirigía la palabra contestaba: "¡Joroba!"

    En la mañana de un lunes se presentó un caballo, con la silla y el bocado puestos, y le dijo:
    -¡Camello, camello! Sal del desierto y ven a trotar con nosotros.
    -¡Joroba! -contestó el camello.
    El caballo se fue y se lo dijo a su amo.
    Poco después se presentó ante el camello el perro con un palo en la boca y dijo:
    -¡Camello, camello! ¡Ven, corre, busca, sirve al hombre como nosotros!
    -¡Joroba! -repuso el camello.
    Y el perro se lo fue a contar al hombre, su amo.
    Al cabo de un rato, fue en su busca el buey, con el yugo sobre la cerviz, y le dijo:
    -¡Camello, camello! Ven a arar con nosotros.
    -¡Joroba! -dijo secamente el camello.
    El buey se alejó. Más tarde encontró al hombre y se lo contó.
    En la tarde de aquel mismo día, el hombre llamó al perro, al caballo y al buey y les dijo:
    -Mis queridos amigos, los siento por vosotros, pero el mundo es muy nuevo, hay que hacer muchas cosas en él y ese animal que habita en el desierto no quiere trabajar, pues si quisiera ya estaría aquí. De manera que le dejaré en paz y vosotros trabajaréis el doble.
    Esta decisión los enfureció (¡era todavía tan nuevo el mundo!) y celebraron conciliábulo en el límite del desierto. Llegó el camello rumiando hierba y se rió de ellos. Después de reírse, exclamó: "¡Joroba!", y se fue por donde había venido.




Poco después, cabalgando en una nube de arena (los genios siempre viajan de esta forma, gracias a su magia), llegó el Genio encargado de todos los desiertos y se detuvo a celebrar conciliábulo con el caballo, el perro y el buey.
    -Genio de Todos los Desiertos -preguntó el caballo-, ¿es justo justo que, mientras todos trabajamos tanto, haya un animal que esté sin hacer nada en este mundo tan nuevo?
    -No lo es -repuso el genio.
    -Pues en el desierto hay un animal de largo cuello y largas patas que no ha hecho nada desde el lunes. Tampoco quiere trotar.
    -¡Anda! -exclamó, silbando, el Genio-. ¡Ése es el camello, por todo el oro de Arabia! ¿Qué dice cuando se le habla de trabajar?
    -Dice: ¡Joroba! -repuso el perro-; no quiere transportar ningún peso ni hacer nada.
    -¿Sólo dice eso?
    -Únicamente: ¡Joroba! Y se niega a arar -contestó el buey.
    -Está bien. Ya le daré una buena joroba. Esperad.
    El Genio se ciñó la capa de arena, se dirigió, envuelto en ella, al desierto y allí encontró al ocioso camello mirando su imagen reflejada en un charco de agua.
    -Querido y corpulento amigo -le dijo-, ¿es verdad lo que me han dicho? ¿Te niegas a trabajar para este mundo tan nuevo?
    -¡Joroba! -fue la respuesta del camello.
    El Genio tomó asiento y, apoyando la barbilla en la mano, comenzó a pensar en un gran sortilegio, mientras el camello seguía impasible mirándose en el agua.
    -Por culpa de tu pereza, los tres animales tienen que trabajar mucho más desde el lunes por la mañana -dijo el Genio.
    Y siguió pensando en sus sortilegios, con la barbilla apoyada aún en la mano.
    El camello exclamó de nuevo:
    -¡Joroba!
    -Te aconsejo que no vuelvas a decir eso...
    Pero el camello volvió a repetir:
    -¡Joroba!
    Y, apenas la palabra salió de su boca, vio que el lomo del que tan orgulloso se sentía comenzaba a hincharse, a hincharse, hasta transformarse en una gran joroba.


    -¿Lo ves? -dijo el Genio-. He aquí la joroba que te ha salido por no querer hacer nada. Hoy es jueves y estás ocioso desde el lunes. Ahora vas a trabajar.
    -¿Qué voy a hacer con esta joroba a la espalda? -preguntó el camello.
    -Esa giba representa los tres días de ocio que has pasado -explicó el Genio-. Por ello, de ahora en adelante trabajarás por espacio de tres días sin tomar alimento ninguno, ya que te alimentarás de tu propia joroba.
   Y el camello fue, obediente, a reunirse con los tres animales, luciendo, desde aquel día lejano -cuando el mundo era todavía tan nuevo- hasta hoy, una considerable giba... que denominamos así para no herir sus sentimientos.


Y colorín colorado...
este cuento no ha empazado.

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